Por órdenes de un comandante murieron civiles inocentes

La información que nos dieron a nosotros fue que el Ejército cada cuatro días venía aquí. Venían de noche. El comandante entonces armó una emboscada. Nos subimos arriba para esperar y no pasaban carros del Ejército. Nosotros analizamos que si pasaba el Ejército y explotaban los carros, iba a explotar todo el pueblo, iba a matar los civiles porque la carretera pasaba muy cerquita.

“Rogelio” fue el mejor amigo que yo tuve en la guerrilla, o sea mi confidente. Él vivía por acá. Y él hacía cinco años que no miraba ni el papá, ni la mamá, ni el abuelo. Cuando nosotros llegamos aquí, dijo: “Huy, estamos cerca de mi abuelo”.

Ya eran como las seis y media, estaba entre claro y oscuro cuando pasaron dos carros. Eran civiles. El comandante dijo: “¡Detone eso! ¡qué explote toda esa mierda!” Llevábamos cuatro días ahí, comiendo pura sardina y lo importante era que nos sacaran de ahí y no nos volvieran a mandar más.”

Cuando venía el carro, todo explotó. Eso volaban piernas, gente mochita. Todos los de esa casa, todos, se mataron. Eran el abuelo y tíos, primos de “Rogelio”. Todos civiles que se mataron.

Yo lloraba porque a mí me daba pesar cómo los civiles sufrían y eso se escuchaba los que quedaron vivos.
Era la una de la mañana. “Rogelio”, aquí, sentado, aburrido, cuando escuchamos que ¡Pum! El disparo… “Rogelio” se mató . Él tenía veinte años.
Le dijimos al comandante que si recogíamos el muchacho para llevárnoslo. Dijo: “Deje ese hijuetanta ahí, que si se murió era porque no quería vivir, que se lo coman los chulos”.

Como a los días, nosotros supimos que los de acá de Piamonte, Cauca, lo habían recogido y lo habían sepultado.