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Dedicado a todos los excombatientes que participaron voluntariamente en los talleres durante dos años y nos permitieron construir este proyecto de memoria histórica.

 

Durante el 2007 al 2009, con el apoyo de la Fundación Puntos de Encuentro, Juan Manuel Echavarría, Fernando Grisalez y Noel Palacios organizaron cuatro talleres de pintura con excombatientes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia–Ejército del Pueblo (FARC-EP), soldados heridos en combate del Batallón de Sanidad del Ejército de Colombia y Mujeres desmovilizadas de las FARC-EP. El objetivo no fue enseñarles a pintar sino abrir un espacio de conversación y de confianza que les permitiera pintar sus historias personales en la guerra.

 

Escuchar y ser escuchados nos transformó a todos. Algunos pudieron hablar y desenterrar esas historias tan conmovedoras y fuertes que llevaban dentro y que en algún momento habían enterrado para olvidar. Para otros este ejercicio tan básico se convirtió en una poderosa herramienta que nos ayudó a procesar nuestras propias emociones y sentimientos.

 

Fue en los talleres donde lograron hablar, retomar, volver a comprender y comunicar lo indecible: la verdad que pintaron estos desmovilizados sin haberles enseñado a pintar; así iniciaron el proceso para hablar del hecho concreto: sus memorias de la experiencia como soldados rasos de esta violencia interminable que para nuestros ojos era irrepresentable.

 

Con cada superficie en madera de 50 por 35 centímetros, vinilos, pinceles, lápices y borradores–materiales que se convirtieron en el medio más fácil para transformar y re-configurar sus recuerdos en materia pictórica reconocible. Los excombatientes plantearon la pintura como testigo, como pieza de memoria, como un nuevo espacio que albergaba un sin fin de historias entrelazadas entre sí.

 

Hoy tenemos un archivo con más de 480 pinturas, las cuales nos proporcionan múltiples puntos de vista sobre el conflicto armado en Colombia. El aporte de sus historias en la guerra nos ha permitido exponer sus pinturas para dar a entender y reflexionar sobre nuestro territorio, especialmente desde la distancia que nos aleja de la realidad del campo colombiano, de la existencia de nuestros campesinos, los que se muestran y representan de manera reiterada en estas pinturas, sus formas de vida y, más cerca aun, el sufrimiento al que los hemos sometido.