Muerte anunciada

Una señora tenía un restaurante y cuando salíamos al pueblito de Zabaleta, Caquetá, comíamos en su restaurante.

“Mire que los paramilitares la tienen en una lista porque usted les colabora a la guerrilla”, le habían dicho. Y la señora no les creyó.

Los paramilitares estaban haciendo un retén en el puente, y a esta señora que estaba en la lista, le mocharon la cabeza.

Yo alcancé a ver cuando le tiraron la cabeza al río. Lo único que me salvó ese día es que yo estaba vestida de civil y a mí no me tenían en la lista.

Cuando ya los paramilitares se fueron, buscamos la cabeza de la señora y el mismo esposo la encontró.